9 abr 2008

Por una reforma al codigo Penal

El Código Penal que se aplica es hijo de otra época. Fue sancionado hace más de ocho décadas, cuando la sociedad argentina tenía otros problemas y había un contexto en el cual las ideas sobre los delitos y las penas eran distintas a las actuales. Ya esto justificaría el debate sobre la reforma integral de la legislación penal.

Pero además, el Código Penal fue perdiendo organicidad. Por diferentes motivaciones y con lógicas a veces contrapuestas, se fueron concretando modificaciones: unas novecientas reformas terminaron restándole coherencia y dándole desarticulación a nuestro instrumento de punición.

A esto hay que agregarle que la labor jurisprudencial no logró recomponer la integridad de la normativa penal. Las garantías constitucionales y los principios originados en la cultura jurídica moderna no siempre fueron tematizados de un modo uniforme por los jueces, lo cual le sumó disgregación e incoherencia entre las jurisdicciones y a lo largo del desenvolvimiento temporal.

Por su parte, las visiones doctrinarias de los penalistas estuvieron sujetas a críticas y desplazamientos de acentos en el abordaje de los rasgos generales y en los tipos delictivos particulares del derecho penal.

Y por lo menos dos circunstancias especiales se agregan a esto: una es la democracia, forma de organización política que se proyecta a todos los ámbitos y que formula exigencias de legitimidad para ejercitar el poder punitivo. Por otro lado, la persistente sensación de inseguridad también obliga a repensar la función del derecho penal en la sociedad.

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